sábado, 14 de febrero de 2009

La madrastra

Tengo documento español, viví en España muchos años. Soy español y soy más argentino, y nunca entendí bien la relación entre nosotros. Martín Caparrós.

Soy español. Tengo documento español, mi padre fue español, viví en España muchos años, publico mis libros en editoriales españolas. Soy español y soy más argentino –para los españoles soy claramente un argentino–, y nunca entendí bien la relación entre nosotros y el día en que por fin me pareció que entendía algo estaba muy cansado. Corría el año inverosímil 2002, yo había llegado a Madrid dos o tres horas antes y mi primera reacción cuando vi aquel cartel fue una que me conozco bien: ufa, otra vez sopa. El cartel estaba pegado en la vidriera de una farmacia de la Puerta del Sol: en el cartel se veía la foto de un chico famélico oscurito con la barriga hinchada y yo pensé claro, el clásico mangazo para Haití, Burundi o Bangla Desh. Es lo que siempre hacen en estos países ricos: lavarse la conciencia tirando alguna miga a lo peor del Tercer Mundo. Yo ya sabía y no necesitaba saber más, hasta que –casi sin darme cuenta– lo leí: “Millones de niños argentinos sufren hambre”, decía el cartel. “Ayúdenos.” Fue un golpe: una confirmación. Esas cosas que uno sabe sin querer saberlas. Los españoles habían encontrado, por fin, después de tanto tiempo, el cajón donde ponernos.

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