ballena franca austral, un gigante de 50 toneladas al que hay que proteger.
Por: texto Alba Piotto (apiotto@clarin. om) fotos Roberto Pera (rpera@clarin.com)
Fuente: Enviados especiales a Península Valdés, Chubut
A hora el de piel gris salpicada con unas manchas negras intentará que ella deje su reticencia. Esta mole puro vigor que se mueve por el agua con levedad quiere que su chica –una ballena franca austral como él– deje de hacerse la diva. Se hace desear; se puso panza arriba y ahí quedó flotando con letargo en medio del anfiteatro que es la geografía de la bahía. Los resuellos y soplidos delmacho gris y su compañero de cortejo –otro macho joven que está ahípara dar una mano y buscar, también él, acceder a la hembra– retumban y se multiplican. Los acantilados de la Península Valdés encuadran esta confusión de aletas, lomos y colas moviéndose por la superficie de un mar calmo. El grupo de turistas que se bamboleasobre la embarcación enmudece cuando el juego amoroso se aproxima demasiado.
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