lunes, 7 de abril de 2008

"Las bibliotecas cambian vidas, y, a veces, las salvan"

TEREIXA CONSTENLA 07/04/2008

A pocos metros de la embajada hay otra legación informal, oficiosa, de Estados Unidos: un café de la cadena Starbucks donde, entre las diez y once de la mañana, suenan casi indistintamente conversaciones en español y en inglés. Territorio amigo para cualquier estadounidense de paso. En este lugar, el neoyorquino Fred Gitner se ha reencontrado con su té negro predilecto -Darjeeling- como si no hubiera sobrevolado el Atlántico. Cosas de la globalización. Uno puede salir de casa sin el lujo de añorarla. Uno puede tomar el mismo té en Queens que en la madrileña calle de Serrano

Gitner, 56 años, neoyorquino de tercera generación, vino a España para hablar de la biblioteca de Queens en dos ciudades -Granada y Barcelona- donde los inmigrantes de tercera generación están a la vuelta de la esquina. El Queens de hoy se asemeja a la Alejandría de ayer. Un lugar de mestizaje con una biblioteca simbólica. En la ciudad fundada por Alejandro Magno convivieron macedonios, romanos, egipcios, griegos y judíos, cuyos saberes guardaba la mítica biblioteca. Al distrito neoyorquino han ido llegando en las últimas cuatro décadas alemanes, griegos, italianos, chinos, haitianos, venezolanos, coreanos y oriundos de 190 países. Es el corazón étnico de Estados Unidos.

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