domingo, 17 de febrero de 2008

Por la inmigración

Enric González 17/02/2008
El debate sobre la inmigración es muy relevante. Por desgracia, se desarrolla de forma lamentable


Hay, por supuesto, argumentos de peso para oponerse a la inmigración. Ahí está Nicolas Sarkozy, hijo de un inmigrante húngaro. Pero yo, pese a esa desgracia puntual, soy favorable. Y no sólo por la cuestión de la natalidad y las pensiones futuras, que tiene su importancia, sino porque sí. Por principio, me disgustan las sociedades homogéneas. Creo que generan paranoias y miedos irracionales. Anteponen la identidad a la justicia, la comodidad a la inteligencia, el pasado al futuro.

Comprendo que la derecha haga del control (o el rechazo) de la inmigración uno de sus grandes temas electorales. Suele considerarse que los inmigrantes copan los empleos peor pagados, desplazando la mano de obra local; aunque no sea cierto más que en algunos casos, los trabajadores peor retribuidos perciben al extranjero como una amenaza directa.

Jean-Marie Le Pen, el fundador del Frente Nacional francés, fue uno de los primeros en percibir que ese miedo podía resultar políticamente rentable para la ultraderecha, y atrajo hacia sus posiciones gruesos segmentos de un electorado que durante décadas se había mantenido fiel al Partido Comunista. Después de Le Pen, y con la generalización del fenómeno inmigratorio en Europa, la derecha tradicional recurrió a argumentos parecidos.

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