lunes, 9 de junio de 2008

Fresco, rapidito, inteligente

Adolescentes frescos, rapiditos e inteligentes, como los quiere el mercado, y la relación entre esos atributos y la escuela. La leche derramada, sustraída de bocas pequeñas y pobres. ¿Hay algo que justifique semejante desvío?

Por Néstor Abramovich *

Fue uno de los hits publicitarios del último verano y patentizó, una vez más, la cuestión de la autoridad en la escuela.

Quizás el lector lo tenga presente. Un escenario montado en un gran espacio público; un joven y animado cantante no muy talentoso; una banda tan osada como aficionada que lo acompaña: se presentan sonrientes y un poco nerviosos ante un público más solidario que exquisito en lo que parece un festival no comercial.

Pero eso no es todo. Porque cuando comienza el tema, dice así:

“Juan era el parlante de la clase.

La profesora le tenía fobia.

Muy enojada le ordenó: ‘¿Querés salir?’

y contestó: ‘No, gracias, tengo novia’.

¡Qué fresco, rapidito, inteligente;

qué bueno es vivir como esta gente!”

La letra fuerza un giro de 180 grados y aparece un contexto escolar sin adolescentes proactivos ni proyectos colectivos. Es el soberbio retruécano de Juan lo que resulta muy valorado por los publicitarios de la gaseosa.

No sé si podemos reprocharles algo. Su trabajo creativo es ayudar a vender más litros de Seven Up. Su intención es refractar, no reflejar; modelar, no mostrar. Es sólo un spot más de esos en los que niños y adolescentes son objeto de un mercado constructor de conductas y significados.

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