ÁNGELES ESPINOSA 26/06/2008
Amir y Nazanin llevan esperando para casarse desde que se prometieron en julio de 2007. "Con mi sueldo de encargado de zapatería es imposible encontrar piso en Teherán", se queja Amir, de 26 años, pese a saberse afortunado por tener un empleo. Otros jóvenes de su edad ni siquiera pueden plantearse la boda. Es el caso de Wael, un técnico en turismo egipcio, quien a punto de cumplir 27 aún no ha logrado un trabajo estable que le permita pensar en su futuro. Desempleo y subempleo atenazan a cien millones de jóvenes en Oriente Próximo y el norte de África, cuya frustración sólo puede incrementar la presión migratoria sobre Europa o, en el peor de los casos, empujarles a los brazos del extremismo islámico.
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