viernes, 21 de marzo de 2008

Cruces

Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona

UNO
Hace frío y entro en el único bar abierto y pido un café. Dos hombres discuten en la barra. Uno le muestra un diagrama al otro. Otro abre los brazos y pega saltitos para demostrarle algo a Uno. ¿De qué hablan? Imposible no oírlos. El tema –cerveza uno, whisky el otro– es cómo fue realmente crucificado Cristo. En qué posición. Parece que una miniserie de la BBC ha plantado la cruz de la polémica indignando a teólogos que prefieren la posición clásica y el modelo tradicional: cuatro clavos, los dos superiores entrando por las palmas de las manos, las piernas extendidas. Ya saben: la de la mayoría de los cuadros, la de los crucifijos de siempre. Mientras que la alternativa novedosa –propuesta a partir del hallazgo de un esqueleto crucificado cerca de Jerusalén y elegida por la BBC– enseña a los clavos penetrando a la altura del antebrazo y la ménsula de la cruz situada más arriba, flexionando así las piernas en posición fetal y, por lo tanto, produciendo en el condenado una mayor dificultad para respirar y acelerando, con mayor dolor, el trámite de la muerte.

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