ÁNGELES ESPINOSA (ENVIADA ESPECIAL) - Bagdad - 16/03/2008
La vida de Hazim al M. se ha desmoronado con su país. Este iraquí emprendedor, que hace cinco años veía por fin despegar su pequeño negocio de venta de sanitarios, pasa ahora las mañanas sentado en un café de Hay al Darag con la mirada perdida y el té enfriándose sobre la mesa. "No me voy a quedar en casa como una mujer", justifica. La imposibilidad de ganar un sueldo para mantener a su esposa y su hijo es la última humillación en una sociedad aún profundamente patriarcal. Al menos el 60% de la población activa se encuentra en paro. Más allá de las recientes mejoras en la seguridad, la destrucción del tejido social ha dejado a los iraquíes desamparados.
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